Yuri F. Tórrez
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Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos.
A mediados del año pasado, la renovación de los vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE) era necesaria; el anterior se había sumergido en una marea de irregularidades y desatinos, deviniendo en una crisis de credibilidad. De allí surgió la urgencia de encarar la sustitución de los vocales, casi en parangón con los años noventa, cuando se sustituyó a la denominada “banda de los cuatro” por la presencia de personalidades notables, para restituir la credibilidad de la entonces Corte Electoral Nacional (CNE). Ahora bien, la renovación de los vocales del TSE supuso sopesar algunos criterios constitucionales: la paridad de género y etnicidad. Aparte de estos requisitos constitucionales, se debió añadir los méritos pofesionales/académicos y una probidad moral y ética fuera de toda duda, para que los nuevos vocales gocen de una credibilidad hacia la opinión pública.
Tomando en cuenta todas estas circunstancias se eligieron a los nuevos vocales, luego de un largo proceso de selección por parte de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que podría servir para una inspiración kafkiana. Pero ni así algunos vocales elegidos se libraron del estigma de “masistas”, particularmente, por parte de los sectores opositores al partido gobernante. Esta “sospecha” se convirtió en una espada de Damocles sobre la cabeza del remozado TSE.
En este contexto, su directiva encaró los referéndums por los estatutos autonómicos, relativamente, sin mayores tropiezos. No obstante, el referéndum constitucional para modificar un artículo 168 de la Carta Magna y así ampliar los mandatos presidenciales consecutivos permitidos, de dos a tres, se erigía en un “fierro caliente” para los nuevos vocales del TSE. No es casual que el vocal José Luis Exeni advertía que este referéndum iba a ser uno de los “más observados” de la reciente historia electoral boliviana.
RESULTADOS.
Crónica de un resultado oficial anunciado. El martes 23 de febrero en la noche, buena parte de los bolivianos se encontraba impaciente por los resultados oficiales del referéndum constitucional acontecido dos días antes. Inopinadamente, el conteo inicial de los votos favorecía ampliamente a la opción del No frente a la del Sí, para dar curso a la modificación del artículo en cuestión de la Carta Magna, pero la diferencia se estrechaba rápidamente, lo cual resultaba propicio para el desborde en una histeria colectiva.
Mientras unos hacían vigilas ciudadanas, en los recintos donde se llevaba a cabo el conteo de la votación, con el objetivo de resguardar la “voluntad del pueblo”, otros miraban la televisión o pegaban sus oídos en la radio; los demás estaban conectados a las redes sociales, manejando su Smartphone o su computadora, haciendo eco de las declaraciones provenientes de los dirigentes opositores que manifestaban por doquier y con creces la hipótesis del fraude electoral a favor del Sí.
En medio de esta histeria colectiva se desarrolló el trabajo de los vocales del TSE. Desde la noche del domingo del referéndum en que se anunciaba los resultados no oficiales proporcionados por las empresas encuestadoras hasta la noche del martes en que la presidenta del TSE, Katia Uriona, anunciaba el resultado oficial consolidado, literalmente el país se estaba comiendo las uñas para saber el veredicto final. En este ambiente de presión social y política, reflejado no solamente en el espacio mediático y virtual sino también en una movilización “ciudadana”, se desarrolló la tarea del conteo de votos.
Ciertamente, la coacción interna y externa hacia el TSE se reflejaba en las advertencias que venían, tanto de los voceros oficialistas como de los opositores, exigiendo que los datos oficiales deberían cuajar con aquellos (pre) anunciados por las encuestadoras.
Frente a esta histeria colectiva, que inclusive lanzó rumores infundados de una supuesta discrepancia interna en el TSE por la difusión parcial de los resultados, desmentidos categóricamente por los mismos vocales, su serenidad y cautela fue clave para la difusión de los datos oficiales. Los factores técnicos no permitieron conocer el resultado con la prontitud que el caso ameritaba, y no cesaron las especulaciones en torno a una cierta manipulación de los guarismos del referéndum, porque el margen de error era mínimo, lo que avizoraba un desenlace de infarto.
Ciertamente, este tema generó mucha susceptibilidad, lo cual da cuenta, entre otras cosas, de la necesidad de mejorar el sistema informático del TSE para que los resultados sean conocidos en la brevedad posible y así disminuir la incertidumbre.
El artilugio usado recurrentemente por la derecha tradicional, cuando los resultados son favorables a los candidatos o los proyectos progresistas en América Latina, es el fraude electoral. Los sectores de oposición en Bolivia ya anunciaban la posibilidad de una manipulación de los datos del referéndum si el resultado final era contrario a los datos extraoficiales de las empresas encuestadoras. A pesar de los comprensibles inconvenientes en este tipo de administración electoral, la discrecionalidad en el trabajo de conteo de votos consiguió zanjar sospechas de manipulación por parte del TSE. Desde luego, en un enrevesado ambiente, amén de un despliegue de estrategias políticas que convirtieron el referéndum en un verdadero averno, los vocales del TSE salieron ilesos del fuego. Esto se reflejó en las declaraciones de su presidenta: “Concluimos con la satisfacción del deber cumplido”.
PADRÓN.
Asuntos pendientes. Una de las herencias dejada por los anteriores vocales del TSE, casi como un regalo troyano, es el Padrón Electoral que necesita urgentemente una auditoría electoral, tal como fue observado por la delegación de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto, en un momento de incertidumbre en el curso del escrutinio de los datos oficiales, se convirtió en un dispositivo discursivo por parte de los partidarios del No. En todo caso, esta cuestión pasó inadvertida ante los resultados favorables a la opción negativa; empero, ello no quita que el TSE asuma el desafío de hacer los ajustes necesarios al Padrón Electoral.
La normativa que regula la difusión de una encuesta electoral, que debe pasar previamente por el filtro riguroso del TSE, fue desoída por un par de medios impresos de La Paz y Cochabamba, que propagaron una “encuesta flash” con características apócrifas. Al respecto, el cientista político Fernando Mayorga dudó de su validez estadística y aseguró “su efecto en la campaña: fijar que el No va ganando”. La emisión de esta encuesta una semana antes del referéndum posiblemente influyó en el comportamiento del elector urbano y sus expectativas. De igual manera pasó con la difusión de los resultados usando la metodología de conteo rápido que, intermediados por los analistas políticos, pudieron generar una determinada “corriente de opinión”, en base a unos resultados que cotejados luego con los datos oficiales no coincidan, generando un ambiente de apronte.
Por último, sin duda habrá que poner en debate el papel que cumplen las redes sociales en tiempos electorales; en este referéndum han demostrado su capacidad viral y, quizás, de influencia en el comportamiento electoral, constituyéndose hoy en un hoyo negro.
Publicado originalmente "Animal Político"
En este contexto, su directiva encaró los referéndums por los estatutos autonómicos, relativamente, sin mayores tropiezos. No obstante, el referéndum constitucional para modificar un artículo 168 de la Carta Magna y así ampliar los mandatos presidenciales consecutivos permitidos, de dos a tres, se erigía en un “fierro caliente” para los nuevos vocales del TSE. No es casual que el vocal José Luis Exeni advertía que este referéndum iba a ser uno de los “más observados” de la reciente historia electoral boliviana.
RESULTADOS.
Crónica de un resultado oficial anunciado. El martes 23 de febrero en la noche, buena parte de los bolivianos se encontraba impaciente por los resultados oficiales del referéndum constitucional acontecido dos días antes. Inopinadamente, el conteo inicial de los votos favorecía ampliamente a la opción del No frente a la del Sí, para dar curso a la modificación del artículo en cuestión de la Carta Magna, pero la diferencia se estrechaba rápidamente, lo cual resultaba propicio para el desborde en una histeria colectiva.
Mientras unos hacían vigilas ciudadanas, en los recintos donde se llevaba a cabo el conteo de la votación, con el objetivo de resguardar la “voluntad del pueblo”, otros miraban la televisión o pegaban sus oídos en la radio; los demás estaban conectados a las redes sociales, manejando su Smartphone o su computadora, haciendo eco de las declaraciones provenientes de los dirigentes opositores que manifestaban por doquier y con creces la hipótesis del fraude electoral a favor del Sí.
En medio de esta histeria colectiva se desarrolló el trabajo de los vocales del TSE. Desde la noche del domingo del referéndum en que se anunciaba los resultados no oficiales proporcionados por las empresas encuestadoras hasta la noche del martes en que la presidenta del TSE, Katia Uriona, anunciaba el resultado oficial consolidado, literalmente el país se estaba comiendo las uñas para saber el veredicto final. En este ambiente de presión social y política, reflejado no solamente en el espacio mediático y virtual sino también en una movilización “ciudadana”, se desarrolló la tarea del conteo de votos.
Ciertamente, la coacción interna y externa hacia el TSE se reflejaba en las advertencias que venían, tanto de los voceros oficialistas como de los opositores, exigiendo que los datos oficiales deberían cuajar con aquellos (pre) anunciados por las encuestadoras.
Frente a esta histeria colectiva, que inclusive lanzó rumores infundados de una supuesta discrepancia interna en el TSE por la difusión parcial de los resultados, desmentidos categóricamente por los mismos vocales, su serenidad y cautela fue clave para la difusión de los datos oficiales. Los factores técnicos no permitieron conocer el resultado con la prontitud que el caso ameritaba, y no cesaron las especulaciones en torno a una cierta manipulación de los guarismos del referéndum, porque el margen de error era mínimo, lo que avizoraba un desenlace de infarto.
Ciertamente, este tema generó mucha susceptibilidad, lo cual da cuenta, entre otras cosas, de la necesidad de mejorar el sistema informático del TSE para que los resultados sean conocidos en la brevedad posible y así disminuir la incertidumbre.
El artilugio usado recurrentemente por la derecha tradicional, cuando los resultados son favorables a los candidatos o los proyectos progresistas en América Latina, es el fraude electoral. Los sectores de oposición en Bolivia ya anunciaban la posibilidad de una manipulación de los datos del referéndum si el resultado final era contrario a los datos extraoficiales de las empresas encuestadoras. A pesar de los comprensibles inconvenientes en este tipo de administración electoral, la discrecionalidad en el trabajo de conteo de votos consiguió zanjar sospechas de manipulación por parte del TSE. Desde luego, en un enrevesado ambiente, amén de un despliegue de estrategias políticas que convirtieron el referéndum en un verdadero averno, los vocales del TSE salieron ilesos del fuego. Esto se reflejó en las declaraciones de su presidenta: “Concluimos con la satisfacción del deber cumplido”.
PADRÓN.
Asuntos pendientes. Una de las herencias dejada por los anteriores vocales del TSE, casi como un regalo troyano, es el Padrón Electoral que necesita urgentemente una auditoría electoral, tal como fue observado por la delegación de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esto, en un momento de incertidumbre en el curso del escrutinio de los datos oficiales, se convirtió en un dispositivo discursivo por parte de los partidarios del No. En todo caso, esta cuestión pasó inadvertida ante los resultados favorables a la opción negativa; empero, ello no quita que el TSE asuma el desafío de hacer los ajustes necesarios al Padrón Electoral.
La normativa que regula la difusión de una encuesta electoral, que debe pasar previamente por el filtro riguroso del TSE, fue desoída por un par de medios impresos de La Paz y Cochabamba, que propagaron una “encuesta flash” con características apócrifas. Al respecto, el cientista político Fernando Mayorga dudó de su validez estadística y aseguró “su efecto en la campaña: fijar que el No va ganando”. La emisión de esta encuesta una semana antes del referéndum posiblemente influyó en el comportamiento del elector urbano y sus expectativas. De igual manera pasó con la difusión de los resultados usando la metodología de conteo rápido que, intermediados por los analistas políticos, pudieron generar una determinada “corriente de opinión”, en base a unos resultados que cotejados luego con los datos oficiales no coincidan, generando un ambiente de apronte.
Por último, sin duda habrá que poner en debate el papel que cumplen las redes sociales en tiempos electorales; en este referéndum han demostrado su capacidad viral y, quizás, de influencia en el comportamiento electoral, constituyéndose hoy en un hoyo negro.
Publicado originalmente "Animal Político"